Feliz lunes Garuber ¿Cómo estás? Espero que tengas una buena sonrisa en la cara, que es lunes, sí, pero como ya he dicho en varias ocasiones debemos ser capaces de disfrutar cada día de la semana, porque de no ser así, sólo disfrutaríamos menos de un cuarto de nuestra vida entera.
Hoy quiero hacer una reflexión sobre una situación que me ha ocurrido infinidad de veces y que cuando era más pequeña no le daba demasiada importancia, pero a medida que voy creciendo cada vez me crispa más y más: ir a cualquier sitio y que siempre que alguien quiere preguntarme algo en lugar de dirigirse a mí, hablen a la persona que me acompaña para preguntarle mi información, esa información que solo a mí me compete proporcionar. Si no me crees, te animo a hacer la prueba. Si conoces a una persona con discapacidad ve al aeropuerto o a cualquier sitio y te darás cuenta de que lo que digo es cierto. Y es que solo por el simple hecho de caminar con un andador, ir en silla de ruedas o tener una dificultad visible la gente da por supuesto que no somos capaces de responder a preguntas del tipo ¿cómo te llamas? ¿viajas sola o acompañada? ¿necesitas plataforma para subir al tren? ¿número de teléfono o tu documento de identidad? ¿puedes subir las escaleras del avión? Como si no existiéramos, literalmente.
El motivo por el que cada vez me enfada más que ni siquiera me miren para proporcionar los datos más básicos sobre mi persona es porque cada vez soy más consciente de una realidad absurda que lleva implantada muchísimos años y que por supuesto debe cambiar urgentemente, porque señoras y señores, hay que pararse a pensar ¿acaso tener una discapacidad nos convierte automáticamente en seres totalmente incapacitados que no saben ni como se llaman? ¿acaso no sabemos mejor que nadie hasta donde podemos y no podemos llegar?
Entiendo que haya personas que no sean capaces de discernir a simple vista cuándo una persona con discapacidad intelectual (y pongo la discapacidad intelectual solo como un ejemplo, porque ya ves, mi limitación es física y también me pasa) es capaz de responder por sí mismo a ciertas cuestiones, pero es que ante la duda siempre pasa igual, me dirijo al acompañante y me quito de complicaciones, pues no, debería ser al revés. Primero pregunto a la persona indicada, y si no recibo respuesta, entonces voy al plan B. Y lo “peor” es que esto no es solo culpa de las terceras personas. He visto casos de madres que responden absolutamente a todo lo que se le pregunta a su hijo con discapacidad por pura sobre protección, eso no puede ser. Todo ser humano necesita sentirse tratado como lo que es, un ser humano.
Háblame a mí. Que tengo una discapacidad, no un millón. Que, aunque no pueda caminar como tú, te entiendo, te hablo, te veo, te oigo. Y si no te hablo, sé escribir. Y si no te veo, te escucho con un oído muy agudizado. Y si no te oigo, te leo los labios. Y si por algún casual no puedo hacer todas estas cosas, al menos me habrás tratado como la persona que soy, y no como un invisible. Hay muchísimas formas de comunicarse, no des por supuesto que me faltan todas estas habilidades. No sobre entiendas que cualquiera que venga conmigo tiene el derecho a divulgar mis datos sin mi permiso. No creas que solo por ser diferente a ti puedes tratarme como una niña pequeña, que ya rondo los veinte, los treinta, los cuarenta o los que me dé la gana.