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Buenos días garuber, ¿cómo estás? Espero que tengas ganas de afrontar este lunes con una gran sonrisa, y si no es el caso, aquí está este blog para sacártela y ayudarte a ver que no importa el día de la semana que sea, porque en cada uno de ellos podemos encontrar mil y un motivos para ser felices. Te habrás dado cuenta de que el viernes pasado ya no hubo vídeo, y que en su lugar hicimos algo mucho más divertido e interactivo: un directo de Instagram en el que podrás entrar a participar para darnos tu opinión, saludarnos o contarnos tu historia si consideras que tu experiencia vital puede ayudar a otros. Este cambio se ha decidido así porque de esta manera, iremos creando un foro mucho más cercano y amistoso, una comunidad (#comunidadgaru) donde todos podamos sentirnos parte verdaderamente y colaborar los unos con los otros. Creemos que puede ser una iniciativa maravillosa, porque en este mundo cada vez más y más tecnológico, creemos es invertir los esfuerzos en aportar humanidad, unirnos más, ser ejemplo y aprovechar las redes sociales para fines productivos y llenos de valores.

Hoy quiero estrenar la sección de entrevistas escritas con una persona muy especial cuya experiencia vital es todo un ejemplo para los demás, Roberto García, y estoy segura de que te sonará y mucho si te hablo de Oslo, personaje de la exitosa serie “La casa de Papel”. Roberto, a parte de ser un gran amigo y alguien de quien tenemos muchísimo que aprender, representa el claro ejemplo de que las apariencias engañan, ya que detrás de un aspecto musculado, rudo y lleno de tatus, se esconde un corazón frágil y lleno de sensibilidad. Atento a su historia, vas a flipar. Como es bastante extensa y quiero que tengas tiempo para leerla entera tranquilamente, si me permites voy a dividirla en dos partes, hoy la primera y el próximo lunes la segunda, ¿te parece?

Por cierto, antes de entrar en materia, dato curioso: aunque Rober hace de primo serbio en la serie y da el pego totalmente, en realidad es español, nacido en Cantabria y desde hace años está afincado en Madrid. Ahora sí, allá vamos:

-M: Buenos días Rober, antes de que nos cuentes en profundidad cómo has llegado a ser la persona que eres hoy, dinos a grandes rasgos ¿quién es Rober García?

-R: Rober García es actor y dueño de un gimnasio en Valdemoro, pero lo más importante es que es un nuevo Roberto. Hace ocho años era una persona egoísta cuyo fin era conseguir triunfar a nivel personal sin preocuparse por la gente que tenía alrededor, pero afortunadamente, después de vivir una época muy difícil descubrí que lo único que cuenta es cuidar y atender a nuestros seres queridos.

– M: ¿Cómo fue tu infancia?

– R: Nací en una familia muy humilde y con los valores cerrados y típicos de la época. Como apenas teníamos dinero, mis padres siempre me habían educado en la idea de que “cuanto más tengas, mejor”. Por un lado, les comprendo, querían que consiguiera lo que ellos no habían podido darme, pero por otro, estoy seguro de que crecer con ese lema por bandera fue
lo que me llevó a pensar solo en mi y mis éxitos durante mucho tiempo.

– M: ¿Cuándo te das cuenta de hasta qué punto de que tu familia no dispone de medios económicos?

– R: A los diez años. El oculista me detectó un problema visual y dijo que necesitaba llevar gafas. En casa escuchaba que mis padres hablaban muy apurados entre ellos sobre el gran esfuerzo que les iba a suponer comprármelas. Hasta ese momento no era consciente de lo mal que estábamos, pero de pronto supe que ni yo ni mis dos hermanos nunca podríamos ir a la Universidad, aunque la verdad, tampoco es que me importase demasiado, porque mi gran meta era convertirme en Guardia Civil.

– M: Tenías tan claro que querías formar parte del Cuerpo que una vez cumplidos los dieciocho, tomas la decisión de intentarlo.

– R: Sí, nada más cumplir la mayoría de edad fui al cuartel a preguntar, rellené el impreso y agarré las maletas en busca de mis sueños con destino a Jaén, el lugar donde comenzaría a prepararme como miembro de la Guardia Civil. Por primera vez salí de mi pueblo solo, a ochocientos kilómetros de mi casa, lejos de mi entorno y de todo lo que había conocido hasta entonces. Si deseas algo, tienes que atreverte y salir de la zona en la que te sientes cómodo.

– M: ¿Fue difícil para ti el tener que adaptarte a esa nueva vida?

– R: No, todo fue rodado. Lo único que había en mi mente era lograr entrar cuanto antes, así que cumplía órdenes a rajatabla y con gran disciplina. No hice una sola gamberrada y procuraba no relacionarme demasiado con el resto para no descentrarme de mi objetivo, charlaba de vez en cuando con los compañeros de habitación, pero nada más. De aquella época ni siquiera conservo amistades. Cada uno iba a lo suyo, y como después nos destinaban a diferentes ciudades, no perdíamos el tiempo creando lazos personales.

– M: Imagino que al terminar esos nueve meses de Academia te sentiste muy satisfecho contigo mismo por haber alcanzado tu meta.

– R: Sí, pero para mí no era suficiente. Durante el último mes en la Academia nos dieron muchas charlas sobre todas las especialidades que tiene la Guardia Civil, y había una que me llamó la atención desde que la mencionaron: el GAR (Grupo Antiterrorista Rural) un grupo mucho más especializado que la Guardia Civil. Lo vi claro, me dije: “quiero ir más allá, quiero ser del GAR”. Aunque sabía que iba a ser complicado entrar debido a la dureza de las pruebas a nivel físico y
mental, me dediqué los siguientes dos años a preparar el examen de ingreso, y una vez dentro descubrí que la exigencia del GAR era muchísimo más dura de lo que me podía imaginar. Por supuesto tuve que operarme dos veces de la vista porque las gafas suponían un problema para llevar a cabo todo el entrenamiento.

– M: ¿Recuerdas cuál fue la prueba más complicada a la que tuviste que enfrentarte?

– R: El frío, y eso que soy del norte y lo aguanto bien. Lo que pasa es que aquel curso lo hice entre septiembre y diciembre en Guadarrama, con nieve, agua. Pasábamos el día entero empapados, y la sensación de no poder parar de temblar, me mataba. Por otra parte, la resistencia mental consistía aguantar inmóvil y sin dormir días enteros, ten en cuenta que nos estábamos preparando para acabar destinados en el País Vasco, durante una época en la que ETA estaba
pegando duro en España e íbamos a tener que hacer labores extremas de vigilancia en el cuartel, en el monte, apostaderos. De doscientos compañeros que nos presentamos, solo treinta y cuatro conseguimos terminarlo, los demás se dieron de baja mucho antes de acabar.

– M: Una vez preparado para el GAR te destinan a San Sebastián y allí te quedas trabajando dos años. ¿Ahí sí que sientes que ya has alcanzado todo lo que querías?

– R: No, es más, el primer día que empecé el curso del GAR descubrí que había una unidad mucho más especializada, la que se encargaba de las situaciones de máximo riesgo y las tareas más peligrosas: UEI (Unidad Especial de Intervención). Superé las pruebas del GAR teniendo claro que solo eran el primer paso para llegar a la UEI. Ambición, quería más y más.

– M: ¿Cuánto duró tu preparación para la UEI y qué aspectos se trabajaban allí?

– R: Nueve meses. La dureza de las pruebas era similar a las del GAR, la diferencia es que trabajábamos a nivel más técnico, armas, explosivos y con simulaciones de casos que podían ocurrir en la realidad. En dichas simulaciones siempre me ofrecía como actor para hacer del malo, se puede decir que ahí empezó a picarme el gusanillo de la interpretación. En esta unidad mis compañeros y yo teníamos que trabajar como si fuéramos uno, porque un solo error en una misión nos podía costar la vida. De todos los que nos presentamos, solo tres personas fuimos capaces de entrar a la UEI.

– M: Después de todo el esfuerzo y el trabajo invertido, ya en la UEI durante varios años realizando tareas extremadamente peligrosas, comenzaste a notar algo no iba bien…

– R: De repente comencé a perder la vista muy rápido. En cuestión de días pasé de ver perfectamente a ni siquiera distinguir la diana en las prácticas de tiro. Fui al médico que me había operado las dos veces anteriores, pero me daba largas, no quería recibirme. Cuando por fin consigo dar con un doctor distinto, su diagnóstico fue devastador, me dijo lo siguiente: “no sé quién te operó anteriormente, pero en vez de láser utilizó cuchillas, y te ha causado tanto
daño que tienes las córneas inservibles, hay que trasplantarlas urgentemente. La rehabilitación te llevará dos años por cada ojo, y por supuesto debes abandonar la UEI por incapacidad y razones de seguridad, la tuya y la de tus compañeros”.

… Continuará.

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