¡Bienvenid@! ¿cómo estás? ante todo, gracias por estar aquí y dedicar un ratito de tu tiempo a leerme. Me gustaría comenzar este segundo post con un dato que nos ha hecho llegar Elena Farina: solo el 0,6 por ciento son accesibles en España. Según un estudio realizado por la Fundación Mutua de Propietarios, la accesibilidad Universal sigue siendo una asignatura pendiente para nuestro país, ya que, aunque contemos con las leyes más estrictas en lo que a accesibilidad se refiere, todavía priman otras prioridades a la hora de hacer obras en los edificios, como el mantenimiento y la conservación de los mismos. El único aspecto en el que estamos por encima de otros países europeos es en la existencia de ascensores, nada más. Esta es una de las razones por las que me he embarcado en el proyecto de Garu accesibilidad con tanto ahínco, por contribuir a que ese porcentaje vaya creciendo.
Los datos expuestos los puedes encontrar más detalladamente en el siguiente link: ABC
Una cifra ridícula, si me permites la expresión, que me lleva a pensar en lo siguiente: he podido comprobar que la mayoría de la población solo cae en la cuenta de lo difícil que es poder acceder a lugares tan básicos como el metro, los bancos o los bares (estos últimos encima suelen tener los aseos en el piso de abajo, al fondo derecha, y a veces son tan estrechos que hay que entrar de lado y metiendo tripa) cuando se encuentran en la necesidad de moverse con un carrito de bebé, han sufrido un accidente y deben llevar muletas, o si tienen que llevar a sus mayores a algún lugar en silla de ruedas. Solo si se dan estos casos una persona sin dificultades motoras logra entender que la vida no está realmente pensada ni construida para todos.
Y yo me pregunto ¿es realmente necesario que nos ocurra algo parecido para entender que la accesibilidad debe ser una prioridad muy por encima del mantenimiento de un edificio? creo que no, no debería ser así por cuestiones sumamente básicas: Primero porque el mayor patrimonio de un país son las personas que viven en él. Sin seres humanos, ni el comercio, ni la política, ni el dinero, ni siquiera los edificios más majestuosos tendrían sentido.
Segundo, porque precisamente por nuestra condición de seres humanos existen dos realidades indiscutibles: que envejecemos, y por lo tanto vamos perdiendo habilidades con el paso del tiempo. Algo tan simple como subir o bajar un escalón puede hacer que salir a comprar el pan a la vuelta de la esquina se convierta en una misión imposible para una persona de edad avanzada. Y es que vejez no atiende a razones, es una etapa por la que pasaremos sí o sí por mucho que queramos pensar en que antes de que lleguemos a los ochenta años aparecerá una farmacéutica con la poción milagrosa de la eterna juventud. Sabemos que eso no va a ocurrir, es ley natural y nadie puede escaparse de ella. La segunda realidad irrefutable es que nuestro cuerpo no es de acero, somos de carne y hueso y, por lo tanto, ese cuerpo que funciona a la perfección de un segundo a otro puede dejar de ser tal y como lo conocemos. Sí, basta un solo segundo para cambiarlo todo.
Basta con salir a la calle en el momento menos oportuno, basta con cruzarnos sin querer a quien no debemos, basta con estar tranquilamente en casa y de pronto perder el oxígeno. Siento si mis palabras suenan difíciles, pero es que es muy importante no olvidar que el día menos pensado podemos necesitar una rampa para acceder a nuestro puesto de trabajo y no tenerla. Si desde que existimos crecemos sabiendo que no somos indestructibles y que algún día perderemos la vitalidad y el aguante del que disfrutamos al ser niños ¿cómo es posible que en pleno siglo XXI sea solo el 0,6 los que han espabilado con respecto a la accesibilidad?
La conclusión es que aumentar ese porcentaje debe ser responsabilidad de toda la sociedad en general, en especial de aquellos que se decantan por embellecer un bloque de cemento y ladrillos antes que facilitarle la vida a los demás. Por todos estos motivos, quiero terminar este post lanzando un mensaje a los encargados de tomar este tipo de decisiones: ¡¡Señoras y señores!!
Ahora que tienen la ocasión de hacerlo, les pido que pongan la accesibilidad en un lugar de máxima prioridad, y si no lo hacen por el colectivo de personas mayores o con discapacidad, háganlo por el carrito de sus bebés, háganlo por sus padres y madres, háganlo por ustedes mismos, por su futuro, porque cuando llegue el momento de no poder bajar un escalón para ir a comprar el pan, será demasiado tarde.
Muchas gracias.