Blog Obra social GARU Accesibilidad - Un espacio para la reflexión

Buenos días garuber, me alegra saludarte una semana más. Hoy quiero presentarte a una persona increíble a quien tuve el placer de conocer hace tiempo, concretamente en 2014, año en el que fuimos compañeras en el curso de interpretación que organizaba Fundación Antena 3 de la mano de Globomedia. Aparte de considerarla amiga, es una de las mujeres a las que más admiro. Ella desprende una energía que te invita a creer que lo imposible puede hacerse realidad, porque su historia y su forma de vivir es el claro ejemplo de que, con ilusión, trabajo y lucha se puede conseguir aquello que nos propongamos, y si además se hace con una sonrisa tan bonita y sincera como la suya, mucho mejor. Me estoy refiriendo a Gema Hassen Bey, deportista, comunicadora, cantante y actriz. Desde el momento en que le propuse realizar esta entrevista para Garu Accesibilidad dijo que sí, y tengo que darle las gracias por hacerlo todo tan fácil. Mientras estaba preparando las preguntas, todas las que me venían a la cabeza estaban enfocadas a sus metas, su determinación y la fuerza de mujer que la caracteriza, así que, si me lo permites, solo voy a dar unas pequeñas pinceladas a su “discapacidad”, porque a mí lo que me interesa de verdad es su carrera, en especial la deportiva, ya que el deporte le ha enseñado muchas cosas que todos deberíamos aprender.

Atento Garuber, porque Gema, una vez que la conoces, automáticamente consigue que a la palabra discapacidad le sobre una “s”: di capacidad. Comenzamos…

Cuando era muy pequeña tuvo un accidente que le provocó una lesión medular, motivo por el cual se desplaza “sobre ruedas”. Pasó gran parte de su infancia y adolescencia en el hospital de parapléjicos de Toledo, donde aparte de conocer a su cuadrilla de mosqueteros (de la que hablaremos en breve) pasaba el tiempo junto a su guitarra componiendo canciones. Estoy convencida de que, en esos momentos en los que su vida había cambiado para siempre, Gema no podía llegar a imaginarse que pocos años después participaría como esgrimista en nada más y nada menos que cinco juegos cinco juegos paralímpicos (Barcelona 92, Atlanta 1996, Sidney 2000, Atenas 2004 y Pekín 2008), se convertiría en medallista, gran comunicadora y sobre todo un referente para tantas y tantas personas.

M: Gema, ¿cómo estás? ya tenía ganas de sentarnos a charlar un poquito, que la última vez que nos vimos casi no dio tiempo a ponernos al día.

G: Todo muy bien, la verdad, me alegra mucho verte.

M: A mí también, ¡qué ilusión! Si te parece, pongo la grabadora en marcha y vamos hablando.

G: Perfecto.

M: Para comenzar, una pregunta que parece sencilla, pero en realidad no lo es… ¿quién es Gema Hassen Bey?

G: (risas) pues no, la verdad es que no es fácil, y mira que nos la habrán hecho veces. No sabría muy bien cómo definirme, pero siempre digo que soy una guerrera del siglo XXI. Lucho por mis sueños y no me rindo en ninguno de los aspectos, porque creo que en esta vida hay que fijarse un reto e ir a por ello, es la única forma de conseguir las cosas. Hay que tener en guardia la espada.

M: ¿Siempre habías querido dedicarte a la esgrima?

G: No, de hecho, al principio pensaba que mi carrera estaría mucho más enfocada hacia la música y la comunicación. Lo que pasa es que a mi padre le encantaban las armas y me las inculcó desde que era chiquitita, pero no como un instrumento para matar, sino como símbolo de lucha. De niña estando hospitalizada, un día bajé al carpintero y le pedí que me fabricara unas espadas de madera. El hombre, muy amable me las hizo y monté una cuadrilla con otros niños también hospitalizados, nos llamaban los mosqueteros. En el 91, un amigo que conocía mi afición por las espadas me contó que había estado practicando esgrima, que podría gustarme y que además por primera vez estaban buscando gente para hacer un equipo paralímpico para los Juegos de Barcelona. Como me apunto a un bombardeo dije que sí sin pensármelo, y ahí empezó todo, me enamoré de la esgrima al instante por ser un deporte completísimo que combinaba perfectamente la concentración mental extrema, la rapidez y la precisión corporal.

M: ¿Cuándo pensaste dedicarte a ello a nivel profesional?

G: Casi a la vez, todo surgió muy rápido. Después de aquel sí conocí al maestro, a quien vi entrar en la cafetería del hospital y sin hablar si quiera supe que era él, porque solo le faltaba la capa y la espada para ser Cyrano de Bergerac. En seguida me puso a entrenar, y recuerdo que el primer día me dijo: “Gema, creo que estoy ante una campeona, así que vamos a trabajar”. Para sorpresa de todo el mundo, después de solo unos meses de entrenamiento el equipo femenino se clasificó, pero ahí no quedó la cosa, porque además gané la primera medalla para España de Esgrima en los Juegos Olímpicos de Barcelona. Como puedes imaginarte aquello marcó un hito para mí, pero no solo por la medalla, sino porque me di cuenta de todo lo que las personas con discapacidad somos CAPACES de hacer. Si tú pones toda la mente, el cuerpo y el espíritu en lo que haces, todo puede alcanzarse.

M: Como ya he mencionado anteriormente, has vivido nada más y nada menos que cinco juegos olímpicos, ¿alguna anécdota divertida o especial que recuerdes con cariño? G: Muchísimas, pero la primera que me viene a la cabeza ocurrió durante los juegos de Atlanta. Teníamos que desplazarnos en autobús hasta la competición y resulta que el conductor se perdió. En la esgrima tienes dos llamadas de tiradores, si a la segunda no estás en las pistas quedas eliminado directamente. Imagínate, cuatro años de preparación y estábamos a punto de marcharnos a casa sin contemplaciones solo porque el pobre hombre no encontraba el camino ni para atrás. Tuve que reaccionar: me puse todo el traje y el peto de protección en el autobús cual Superman para salir escopetada en cuanto el conductor parara y abriera las puertas, y cuando por fin llegamos a destino y salí a toda pastilla hacia el punto de control, una voluntaria me detuvo en seco para pedirme la acreditación. Con todo el ajetreo no la encontraba, y sin ella no había forma de que me dejara pasar por más que le enseñara la equipación con mi nombre en la espalda. Me tiré un buen rato intentando convencerla de que tenía que entrar como fuera, cuando de pronto escucho: “Gema Hassen Bey, segunda llamada”. Respiré hondo, cogí carrerilla saltándome el control con la voluntaria corriendo detrás, derrapé en las pistas y ya, cuando estaba el árbitro a punto de eliminarme grité: “¡¡¡soy yo, no me dejaban pasar!!!” una odisea, pero salió bien.

M: Madre mía, ¡qué tensión! está claro que tomaste decisiones y fuiste a por todas. Como aquel día en el que le echaste un pulso a tu seleccionador…

G: Sí, durante los juegos de Beijín tuve problemas con él debido a que me pidió reunirse conmigo y me dijo que había decidido llevar a esos juegos únicamente al equipo masculino. Le pregunté el motivo, puesto que las chicas estábamos en un puesto bastante superior, y su excusa fue que “no veía interés en mí y que no estaba entrenando lo suficiente”. Bien, pues me sonó a excusa y mi respuesta fue la siguiente: “Merezco estar porque a unos Juegos no va quien quiere, sino quien se lo ha ganado, ¡y para que veas que tengo interés me voy a China a entrenar con los mejores! Dicho y hecho, agarré las maletas y me fui sola a Hong Kong para prepararme. Al principio me dio vértigo porque estaba muy lejos de casa, pero se convirtió en una de las mejores experiencias que he tenido.

M: ¡Con un par! ¿y qué pasó cuando volviste a encontrarte a tu seleccionador después de tu estancia en Hong Kong? ¿seguía pensando que no tenías interés?

G: Fue duro, porque aun así quiso quitarme de los juegos. Me costó mucho entender todas las trabas que me puso, pero con todo y con eso finalmente me salí con la mía y participé. Fueron unos juegos especialmente difíciles en los que aunque no logré ganar, comprendí que había logrado lo más complicado en el deporte: superar todos los obstáculos para llegar hasta ahí entendiendo que lo más bonito es el camino y no la meta. Sabía que eso no se va a valorar porque no era una medalla, pero no me preocupaba, porque me había llevado la enseñanza más importante. M: Al final es lo que cuenta y todo lo que se aprende ya no te lo puede quitar nadie. Cuando aparcaste la esgrima comenzaste a conquistar cimas, literalmente. Has escalado el Teide y muchas otras, y actualmente tienes otro reto…

G: Sí, subir a la cima del Kilimanjaro…

M: ¡Toma ya! Pero, ¿cómo surge esa idea? ¿Qué cosas suceden en tu vida desde aquellos juegos en Pekín hasta que te propusiste convertirte en la primera persona en silla de ruedas de la historia en subir a una cima tan alta?

G: En ese año me apunté al curso de interpretación donde tú y yo nos conocimos, ya sabes que fue una época de mucho hospital, ya que descubrieron que tenía una quemadura de segundo grado y tenían que hacerme un injerto. Estando ingresada vinieron a verme varios amigos, uno de ellos acababa de subir el Kilimanjaro y me dijo: “¿Qué vas a hacer si no sabes estar quieta? Podríamos subir juntos. Sería una gran experiencia”.

M: ¿Así tal cual? ¿Cómo el que propone subir a un ático a tomar cervezas?

G: Sí, y pensé ¿qué dices? ¿A mí qué se me ha perdido allí? Si voy, ¿tienes claro que no me vais a llevar, que tengo que subir con mi propio esfuerzo? Por cierto, ¿sabes si lo ha subido alguien en silla? Mis amigos se miraron atónitos por mi bombardeo de preguntas y en seguida quisieron quitarme la idea de la cabeza… me dijeron: “Pero, ¿cómo vas a pasar la selva, la montaña, el frío, la altitud… Olvídalo”. Seguí preguntando: Pero, ¿ha subido alguien? Buscaron en internet y vieron que un americano lo intentó, pero en la parte más elevada del volcán tuvieron que ayudarle, aunque a mí que hubiera llegado hasta ahí ya me parecía un logro enorme. Seguí indagando: ¿y alguna mujer? Me contestaron: “No, es un reto muy grande para una mujer”. En ese preciso momento fue cuando dije: ¿Cómo? ¿Reto demasiado grande para una mujer? Ya me interesa (Risas). Pero, sobre todo, empezaba a parecerme muy atractiva la idea debido a que después de los 5 Juegos iba sintiendo que mi discurso de lo que realmente significaba para mí el deporte, se alejaba de lo que los deportistas estábamos transmitiendo.

M: ¿A qué te refieres?

G: A que siempre que hablamos de éxito, se habla de la medalla, como si ambos términos fueran sinónimos. Cuando tienes un accidente, te colocan un cartel que dice “persona con discapacidad” y eso pesa. Entonces, empiezas a hacer deporte, desarrollas tu vida, consigues medallas… Luego nos empiezan a llamar “superhuman” en los Juegos de Londres. Realmente, yo no me siento ni lo uno ni lo otro, soy las dos cosas: un día soy la mejor porque gestiono muy bien un momento puntual de la competición y otro día soy la peor, porque en las mismas circunstancias lo gestiono mal. Por eso, creo que la palabra éxito, para mí, es la vida, y como ya he mencionado antes, el camino y lo que vas acumulando. Cuando tengo la medalla vienen los medios, llegan las fotos y las entrevistas, y cuando no tengo medalla, soy la misma y a lo mejor es más interesante el proceso que me ha llevado hasta ella, aunque no la haya conseguido. Me quería desencorsetar de este mensaje y empezar a transmitir el mío y decir, si tengo miedo: “tengo miedo”.

M: ¿Y ahora tienes miedo al reto que se te presenta?

G: No, porque sé que tengo un equipo formado por gente especializada que sabe muy bien lo que hace. Además, no llego allí con un desconocimiento completo. Al Teide he ido siete veces. Primero con la bici para la primera etapa, luego, al estrecharse el camino, la bici no servía, así que me fui a casa, rompí la silla de ruedas, me quedé con el eje, lo único que valía, y a partir de ahí ideamos un prototipo para subir pendientes de un 60% de desnivel… Fue la primera silla de escalada del mundo y yo tuve que ir allí, probarla, romperla, caerme… Lo más importante no es que yo suba a la cumbre, sino que, si yo puedo, todos pueden alcanzar sus metas. He creado una plataforma colaborativa: diverscity.es, donde pueden ayudarme las empresas, personas e instituciones que quieran colaborar en este reto Debemos procurar ser felices cada minuto, porque no sabemos cuánto va a durar esta aventura”

M: Entre todas las empresas que han colaborado contigo se encuentra Ford, y juntos habéis creado algo muy chulo y que tiene mucho que ver con la accesibilidad…

G: Ford entró en Tenerife para ayudarnos con la flota. Cuando me subí al coche, con una técnica de escalada, porque está muy alta la Ranger, dije: “algún día tendré un coche así, que me lleve a la montaña, en el que yo pueda subir sola y conducir”. Así creamos el primer coche adaptado de montaña. Ahora me escribe gente en silla que me dice: “Pero, ¿nosotros podemos subir a la montaña?”. Se me pone una sonrisa enorme y les digo: “Sí, este es el primero, pero no será el último”. Con el reto, cada vez estamos acercando más la a la gente con problemas de movilidad a la naturaleza, y eso cambia la vida a muchas personas. M: ¿Definirías entonces este reto al Kilimanjaro como solidario? G: Sí, porque ya no me mueve la lucha por una medalla propia que lucir después en una vitrina, sino que todo sirve para otros. Deporte, pero con la finalidad de ayudar.

M: Cuando llegue el momento de la subida, ¿qué es lo que más te preocupa?

G: El frío. Seguramente nos encontraremos con nieve, y antes de que eso suceda tengo que estar prevenida e idear la forma de subir. Bajar no me preocupa porque ya está resuelto gracias al esquí adaptado, pero hay que tenerlo todo en cuenta. Por otra parte, al no mover las piernas, puedo estar acalorada de cintura para arriba, pero mi cuerpo se puede estar congelando sin darme ni cuenta, por eso estoy desarrollando un pantalón inteligente que me ayude a autorregular la temperatura. Lo bonito del reto es que dejaremos un legado que servirá de ayuda a mucha gente.

M: Además de las cimas en sentido literal, a la vez que ibas preparándolo todo de cara al reto tuviste que escalar otra muy difícil, el cáncer de mama, que por cierto superaste una vez más como la guerrera que eres…

G: Pasaron dos cosas, me robaron la bici y con ello desaparecía el reto (afortunadamente gracias a las redes sociales y toda la gente que se volcó en su búsqueda la recuperé). Por otro, me dijeron que tenía cáncer y lo primero que dije después del diagnóstico fue: vale, pero ¿puedo ir al Kilimanjaro? Tuve suerte porque lo cogieron muy a tiempo y a los dos meses y medio me dieron el alta. Me comentaron que mi recuperación había sido rápida gracias a que se daban varios factores favorables: ejercicio, alimentación, contacto con la naturaleza y mi cabeza, porque lo había enfocado una manera práctica. Tenemos un tiempo y debemos procurar ser felices cada minuto, porque no sabemos cuánto va a durar esta aventura. Debemos dedicarnos a lo que nos llena, aunque sea complicado. Cuanto más cuesta, más se valora.

M: Totalmente, estamos aquí de paso y debemos exprimir la vida al máximo. Gema, ¿Cómo pueden contribuir las empresas a que tu reto se haga realidad?

G: Cualquier ayuda es buena. Necesitamos patrocinadores, y no tienen porqué ser empresas grandes que cubran todo, también empresas más pequeñas pero comprometidas con todos los valores que abarca este proyecto. A lo mejor no pueden financiarlo en su totalidad, pero sí elegir dónde pueden y quieren invertir. Como ya te he comentado hace poco, este reto es de todos y para todos, y cuantos más seamos, mucho mejor.

M: Desde Garu Accesibilidad hacemos un llamamiento a todas las empresas y personas que quieran contribuir al desarrollo de artilugios, fabricación de material, etc… merecerá la pena. Mi niña, para terminar, una frase de cierre…

G: ya la sabes de sobra…

M y G: (a la vez) ¡Si te mueves, el mundo se mueve contigo!

M: (risas) Millones de gracias, eres un amor. Me ha encantado verte.

G: Tenemos que quedar más, algún día de estos te vienes a casa y componemos una canción.

M: ¡Me flipa la idea! ¡Hecho!

Garuber, como puedes comprobar, no te mentía al decir que esta mujer es una verdadera guerrera del Siglo XXI: imparable, soñadora, valiente, atrevida, y por supuesto siempre con su espada, que luce en su casa mucho más a la vista que todas las medallas que tiene, ya que la espada ha sido su verdadera compañera de vida y lo será siempre, porque no hay batalla que no pueda enfrentar y ganar. Gracias Gema.

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