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Feliz lunes garuber, ¿cómo has pasado el fin de semana? espero que muy bien. Aquí me tienes una semana más para hablar de todos los temas que creo que pueden ayudarte, crear debate o simplemente, resultar de tu interés. El jueves de la semana pasada estaba ojeando varios periódicos en busca de una noticia que poder comentar en este espacio, y me encontré con un titular que llamó bastante mi atención: “Aquí vive una persona con discapacidad”. Entré con la curiosidad picando rabiosa para ver de qué se trataba, y cuando comencé a leer se me despertaron varios sentimientos contradictorios. Te cuento de qué iba la vaina: el artículo era de José Luis Cuéllar, y comenzaba diciendo así

“Durante la Guerra Civil Española se presentó un singular fenómeno: las fuerzas en conflicto ordenaron poner en las fachadas de las casas de los matadores de toros una breve pero tajante frase: “Aquí vive un torero”, ambos bandos, admiradores de los hombres valientes que se jugaban alegremente la vida ante las astas de los toros, rendían un culto a sus héroes populares respetándolos en su integridad física y en sus bienes. Se trató de una cuestión de alto honor que habló bien del pueblo español. El comentario viene a cuento por aquello de las curiosas asociaciones mentales que el cerebro suele hacer en forma por demás misteriosa e inexplicable. ¿Por qué no cumplir con esta cuota de honor hacia las personas con discapacidad que con entereza y heroísmo enfrentan su dura realidad cotidianamente sin alardes, sin excesos, sin protagonismos?

Que cada hogar que en su seno albergue a una persona con discapacidad, cualquiera que sea su condición económica y social, mande hacer placas con letras doradas que, orgullosamente, se coloquen en las fachadas de sus casas y que digan “Aquí vive una persona con discapacidad”. Sería una forma de pagar la factura que les debemos producto de las brutales medidas de confinamiento a las que los hemos sometido históricamente”. ( os dejo aquí en enlace por si queréis escucharlo entero): https://www.eloccidental.com.mx/analisis/aqui-vive-una-persona-con-discapacidad-3215727

Vamos a ver, es cierto que la sociedad nos ha tratado como seres a los que había que ocultar durante muchos años, pero eso afortunadamente ya está cambiando y cada vez va a mejor, de hecho, no hay más que ver a personas como Pepita mola, toda una influencer con síndrome de down a la que admiro, tanto a ella como su madre , Fabiola, porque contribuyen día a día a normalizar la discapacidad diciéndole al mundo que se puede molar y mucho seamos como seamos.

Pero considero, y creo que hablo en nombre de la gran mayoría, que no necesitamos placas doradas que anuncien que “aquí vive una persona con discapacidad”. No necesitamos un reconocimiento que haga parecer que todo lo que somos se puede abarcar con el término discapacidad, ni que anuncie con letras cantosas la única dificultad que tenemos para que por ese motivo la sociedad nos trate como héroes, por qué… ¿qué pasa entonces con todo lo que sí somos capaces de hacer?

En vez de plaquitas de oro, queremos más oportunidades laborales, más calles adaptadas, más potestad a la hora de decidir sin que otros crean que deben hacerlo por nosotros. Queremos llegar a un aparcamiento y que no esté ocupado por una persona
que no lo necesita, queremos, simplemente, poder vivir a gusto como cualquier otra persona, porque eso es lo que somos, personas normales y corrientes que quieren tener calidad de vida, y no los descendientes de la saga de Marvel. Así que si pudiera responder a Jose Luis Cuéllar éste sería mi mensaje: si piensas que debemos tener un reconocimiento público, que sea por nuestros logros, por los sueños cumplidos, por la constancia y el esfuerzo, no por todo lo que somos capaces de alcanzar.

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